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PREMIO 1997: Cartas a la esperanza.

 

cartas a la esperanza

Autora: Cristina Bordonaba 


 

1de Febrero:

Mi padre está muy mal. Después de tantos años de convivencia todavía no he logrado acostumbrarme a su compañía y estoy segura que tampoco me acostumbraré a su ausencia. Su aspecto hoy ha sido relativamente normal pero todos sabemos perfectamente la gravedad de sus lesiones; y aunque nunca ha querido exteriorizar sus sentimientos, estoy segura que lo único que le preocupa en este momento es morirse con dignidad. Yo no sé si eso es importante o no pero ¿desde cuándo le han parecido a él importantes las mismas cosas que a mí?. Mamá como siempre, dice que no le atosiguemos y que lo dejemos tranquilo; ella siempre pensando en él. Anoche, cuando le pregunté cómo se encontraba, se limitó a mirarme intensamente y sólo me contestó con el consabido no seas curiosa que siempre usa con una sonrisa. Incluso en el lecho de muerte sigue siendo poco sincero.

16 de Febrero

Hemos llamado al médico y se ha limitado a pedirnos serenidad. Dice que quizá no pase de esta noche. Mamá está tranquila y mi padre ya no puede hablar. Sólo podemos esperar.

1 de Marzo

Las cartas estaban amarilla. Todo el paquete estaba prieto y amarillo, guardado con una liza finísima que reventó con facilidad en cuanto hice un ligero esfuerzo con los dedos. No seas curiosa me decía mi padre cada vez que yo pretendía indagar más allá de lo que él consideraba su parcela. Y ahora, dos semanas después de su muerte, por fin he encontrado estas cartas. Durante todos estos días me he dedicado a investigar por toda la casa aprovechando el manojo de llaves de mi padre que logré sustraer en el último momento y que me ha permitido entrar en su habitación, abrir el último cajón del último armario, conocer sus pequeños secretos bajo llave y profundizar un poco al menos en el mundo casi desconocido que había resultado siempre su elemental inclinación a las pocas palabras. No seas curiosa me contestaba cada vez que yo le preguntaba algo sobre su pasado, y yo buscaba otra fuente de información. Mamá ¿cómo era tu marido cuando le conociste? y toda la respuesta de mamá era sonreir sin contestar y limpiarse las manos con el delantal como si la sola pregunta le ensuciara los dedos.

Mi padre nunca me había hablado de su juventud y menos aún de sus años de guerra. Los recuerdos de mi padre parecían siempre viejos, de hacía 30 o 40 años por lo menos. A veces pienso que no tenía recuerdos. Pero yo siempre he creído que quien no quiere hablar de su pasado, es porque no le gusta, porque tiene algo que ocultar. A mí siempre me había llamado la atención el hecho de que después de tantos años conociera tan pocas cosas de mi padre, y sin embargo a mamá parecía no importarle el hermetismo de su marido; le traía sin cuidado su forma de ser; era una pareja monótona, sin romanticismo, sin sorpresa, yo diría que sin afecto.

¿Cómo se podían vivir tantos años juntos sin una comunicación sincera?.Mamá´se dedicaba a las tareas de la casa, sin más preocupación que sus hijos, y mi padre se había limitado a trabajar sin más horizontes, sin aficiones a la lectura o a la música, sin ilusiones; y ahora cuando parecía que las primeras flores de la serenidad florecían en su ventana, había muerto sin haber podido disfrutar de una jubilación merecida. ¿Merecida? eso es algo que me he estado preguntando todos estos días. Nunca he estado muy segura de que mi padre se haya limitado a trabajar; de hecho nadie controló nunca sus entradas y sus salidas. Cuando llegaba a casa no daba ninguna explicación sobre su trabajo y jamás besaba a mamá que se limitaba a llamarnos a la mesa por aquella obsesión de comer todos juntos. Aquella relación sin afecto aparente siempre me había hecho sufrir y me había llevado a sospechar (Dios me perdone) que mi padre, con su silencio hipócrita y sus intentos de cambios de conversación, lo que estaba ocultando era simplemente su infidelidad. Yo siempre sospeché que en la vida de mi padre había otra mujer. Por eso cuando murió hace unos días , me apropié de su llavero y  no he descansado hasta encontrar la prueba del delito.

Aquí estoy ahora, en mi habitación rodeada de remordimientos, pero decidida a conocer la verdad de estas cartas amarilla que parecen temblar entre mis manos. Casi nunca había visto la escritura de mi padre porque al ser tan perezoso, normalmente delegaba en una de nosotras; sin embargo, allí estaba la prueba, aquellas cartas de mi padre más viejas que yo misma, eran tan explícitas que me hacían sentirme mal. Conforme he comenzado a leerlas, un sudor frío y desagradable me ha ido envolviendo. Todas las cartas están escritas en papel rayado y todas  comienzan con un inesperado para mi Querida mía que abofetea mi sentimiento familiar. ¿Cómo sería esa mujer? ¿sería más guapa que mamá? las letras redondas e infantiloides, las frases llenas de tópicos de enamorado parecen rezumar sentimientos tan vivos que me están avergonzando. Más de diez veces he estado tentada de dejar la lectura y quemarlas, pero el impulso era tan grande (no seas curiosa, me decía él siempre) que he seguido leyendo sin saltar una sola linea. En un sobre que aparecía doblado entre las últimas cartas, una sola frase me golpeó el corazón: Cartas a la Esperanza y me desveló por fin el nombre de aquel amor primero al que mi padre requebraba a su manera con un estilo llano y directo; el nombre que tantos años había estado buscando y que ahora me hacía estremecer al descubrir de aquella manera casi vergonzante un secreto tan fielmente guardado.

No he encontrado ni una sola carta a Teresa, mi madre, que pudiera justificar aquella infidelidad o que tranquilizara al menos en mi conciencia todo el odio que estaba sintiendo. Aquellas frases de preciosa mía o me acuerdo de tí cada noche o estoy soñando con el momento de volver a verte golpeaban mi cerebro reforzando mis miedos y asegurando para siempre una sospecha que nunca había querido creer del todo. Ahora  podía entender aquel no seas curiosa que tantas veces oí de sus labios. Me resistía a dejar la lectura y entre carta y carta me preguntaba cómo hubiera sido la vida de  mi padre con Esperanza; y mientras buceaba con miedo entre aquellos datos inesperados, pensaba en la otra familia posible, en otros sentimientos quizá más sinceros, en la imposibilidad de mi existencia que me hubiera evitado al menos tanta incertidumbre. Y me acordaba de nuevo de toda la vida de mi padre, tan monótona, tan poca explícita; y del acostumbramiento de mamá que jamás oyó un Teresa te quiero con el que agradecerle tanto sacrificio en silencio. Yo no podría vivir así al lado de un hombre porque siempre había pensado que la vida tenía que tener parcelas sorprendentes que justificaran la monotonía. O que la disimularan al menos. Por todo eso yo nunca podría perdonar a mi padre aquella traición, aquel amor que según me demostraban las cartas, había sido mucho más apasionado que la vida con mi madre.

Volví a hojear las cartas y de nuevo leí ...cuando acabe esta pesadilla, voy a olvidarme de todos para concentrarme solo en tí... y mientras las lágrimas se asomaban a mis ojos, pensé otra vez en que fue lo que pasó para que aquella aventura se terminara. Por qué olvidó el amor de Esperanza para casarse con mi madre sin amor. No seas curiosa oí una vez más entre risas sin darme cuenta que se había abierto la puerta de mi habitación.

Aunque intenté esconder precipitadamente el paquete de cartas bajo unos libros, el propio sofoco de mi cara me estaba delatando.

-¿Qué es eso? - preguntó mamá sin poder remediarlo.

-Nada, unos apuntes de la facultad -intenté disimular.

Pero aún se podían ver bajo los libros. El color amarillo de aquellos papeles parecían gritar desde el pasado un millón de acusaciones tardías y sin sentido ya.

-Pero ¿qué estas diciendo?-insistió mamá- ¿de donde has sacado eso?

Creí morir. Quería vengarme y enseñárselas, pero enseguida me dí cuenta que no era el culpable quien iba a sufrir, sino ella a la que no le iba a quedar más consuelo que insultar su recuerdo. Ni siquiera el hecho de haber conseguido demostrar mis sospechas me hacía sentirme bien. Al contrario, ójala nunca hubiera encontrado aquellas malditas carta; ójala nunca hubiera dado motivos para oirme no seas curiosa. Pero era tarde porque a pesar de la mentira inicial, y de mi intento de ocultar las pruebas, y del forcejeo con mamá casi entre risas, a ver qué tienes ahí, no nada déjame, venga no seas tonta... Cuando cogió el paquete entre sus manos, creí morir. No, no fue así exactamente; quise morir ahogada por el remordimiento. Su incrédula mirada primero y su voz metálica, me volvieron de nuevo a la realidad.

-¡Mis cartas! ¿dónde estaban? ¿cómo las has encontrado?.

-Perdona mamá -balbuceé- no son tus cartas...

Pero ella salió de la habitación dejándome tan preocupada que no pude articular palabra. No había la menor duda de que aquel descubrimiento inesperado la había afectado profundamente.

5 de Mayo

Conforme pasan los días, he estado observando a mamá con toda atención porque estoy segura de que va a derrumbarse en cualquier momento de lucidez. En cuanto su subconsciente sea capaz de aceptar la realidad, tendrá que enfrentarse  a la noticia y no podrá asumirla. Yo no quiero ni me atrevo a hablar con ella de las dichosas cartas, porque tengo miedo a una reacción incontrolada. Y menos aún, tampoco tengo derecho a profundizar en una herida que mi imprudencia ha desencadenado. No seas curiosa, y me acuerdo de mi padre que nos ha dejado sin tiempo siquiera para pagar sus culpas. Ella sin embargo no aparenta estar afectada. No ha mencionado las cartas ni creo que lo haga. Casi nunca me ha hablado de sus sentimientos por miedo quizá a tener que explicarme su profundo fracaso. Aquellos silencios de siempre tenían que ser una forma de defenderse de tanta frustración. Pobre mamá...

12 de mayo

Hoy, aprovechando que mamá ha estado de viaje para ver a tía Carlota, no he podido resistirme y he registrado su cuarto. Mientras hurgaba entre los cajones del tocador oía el no seas curiosa de mi padre y cuando he encontrado el diario de mamá no he podido resistir copiar textualmente las lineas que escribió aquel día: 1 de Marzo. Día aciago de verdad. He encontrado mis viejas cartas: mejor dicho las ha encontrado Elena que es enfermizamente curiosa. He revivido mis viejos sentimientos que tantos disgustos me costaron cuando nadie entendió nuestro amor, y se me han vuelto a llenar los ojos de emoción. Esperanza y Teresa, dos mujeres que no fuimos lo suficientemente valientes para luchar por nuestros sentimientos. En la soledad de mi habitación he recordado una vez más tus caricias y tus besos, mi amor. Ni mi marido ni mis hijos me han permitido olvidarte. No eras muy guapa querida Espe, pero eras una amante maravillosa. Te querré siempre.

No he podido menos que llorar durante toda la  tarde. A veces somos tan estúpidos que me tiemblo al pensar que nunca hubiera sabido la verdad si no hubiera sido tan curiosa.

 

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