cartas a la esperanza
Autora: Cristina Bordonaba
1de Febrero:
Mi padre está muy mal.
Después de tantos años de convivencia todavía no he logrado acostumbrarme a su
compañía y estoy segura que tampoco me acostumbraré a su ausencia. Su aspecto
hoy ha sido relativamente normal pero todos sabemos perfectamente la gravedad
de sus lesiones; y aunque nunca ha querido exteriorizar sus sentimientos, estoy
segura que lo único que le preocupa en este momento es morirse con dignidad. Yo
no sé si eso es importante o no pero ¿desde cuándo le han parecido a él
importantes las mismas cosas que a mí?. Mamá como siempre, dice que no le
atosiguemos y que lo dejemos tranquilo; ella siempre pensando en él. Anoche,
cuando le pregunté cómo se encontraba, se limitó a mirarme intensamente y sólo
me contestó con el consabido no seas curiosa que siempre usa con una sonrisa.
Incluso en el lecho de muerte sigue siendo poco sincero.
16 de Febrero
Hemos llamado al médico y
se ha limitado a pedirnos serenidad. Dice que quizá no pase de esta noche. Mamá
está tranquila y mi padre ya no puede hablar. Sólo podemos esperar.
1 de Marzo
Las cartas estaban
amarilla. Todo el paquete estaba prieto y amarillo, guardado con una liza
finísima que reventó con facilidad en cuanto hice un ligero esfuerzo con los
dedos. No seas curiosa me decía mi padre cada vez que yo pretendía indagar más
allá de lo que él consideraba su parcela. Y ahora, dos semanas después de su
muerte, por fin he encontrado estas cartas. Durante todos estos días me he
dedicado a investigar por toda la casa aprovechando el manojo de llaves de mi
padre que logré sustraer en el último momento y que me ha permitido entrar en
su habitación, abrir el último cajón del último armario, conocer sus pequeños
secretos bajo llave y profundizar un poco al menos en el mundo casi desconocido
que había resultado siempre su elemental inclinación a las pocas palabras. No
seas curiosa me contestaba cada vez que yo le preguntaba algo sobre su pasado,
y yo buscaba otra fuente de información. Mamá ¿cómo era tu marido cuando le
conociste? y toda la respuesta de mamá era sonreir sin contestar y limpiarse
las manos con el delantal como si la sola pregunta le ensuciara los dedos.
Mi padre nunca me había
hablado de su juventud y menos aún de sus años de guerra. Los recuerdos de mi
padre parecían siempre viejos, de hacía 30 o 40 años por lo menos. A veces
pienso que no tenía recuerdos. Pero yo siempre he creído que quien no quiere
hablar de su pasado, es porque no le gusta, porque tiene algo que ocultar. A mí
siempre me había llamado la atención el hecho de que después de tantos años
conociera tan pocas cosas de mi padre, y sin embargo a mamá parecía no
importarle el hermetismo de su marido; le traía sin cuidado su forma de ser;
era una pareja monótona, sin romanticismo, sin sorpresa, yo diría que sin
afecto.
¿Cómo se podían vivir
tantos años juntos sin una comunicación sincera?.Mamá´se dedicaba a las tareas
de la casa, sin más preocupación que sus hijos, y mi padre se había limitado a
trabajar sin más horizontes, sin aficiones a la lectura o a la música, sin
ilusiones; y ahora cuando parecía que las primeras flores de la serenidad
florecían en su ventana, había muerto sin haber podido disfrutar de una
jubilación merecida. ¿Merecida? eso es algo que me he estado preguntando todos
estos días. Nunca he estado muy segura de que mi padre se haya limitado a
trabajar; de hecho nadie controló nunca sus entradas y sus salidas. Cuando
llegaba a casa no daba ninguna explicación sobre su trabajo y jamás besaba a
mamá que se limitaba a llamarnos a la mesa por aquella obsesión de comer todos
juntos. Aquella relación sin afecto aparente siempre me había hecho sufrir y me
había llevado a sospechar (Dios me perdone) que mi padre, con su silencio
hipócrita y sus intentos de cambios de conversación, lo que estaba ocultando
era simplemente su infidelidad. Yo siempre sospeché que en la vida de mi padre
había otra mujer. Por eso cuando murió hace unos días , me apropié de su
llavero y no he descansado hasta encontrar
la prueba del delito.
Aquí estoy ahora, en mi
habitación rodeada de remordimientos, pero decidida a conocer la verdad de
estas cartas amarilla que parecen temblar entre mis manos. Casi nunca había
visto la escritura de mi padre porque al ser tan perezoso, normalmente delegaba
en una de nosotras; sin embargo, allí estaba la prueba, aquellas cartas de mi
padre más viejas que yo misma, eran tan explícitas que me hacían sentirme mal.
Conforme he comenzado a leerlas, un sudor frío y desagradable me ha ido
envolviendo. Todas las cartas están escritas en papel rayado y todas comienzan con un inesperado para mi Querida
mía que abofetea mi sentimiento familiar. ¿Cómo sería esa mujer? ¿sería más
guapa que mamá? las letras redondas e infantiloides, las frases llenas de
tópicos de enamorado parecen rezumar sentimientos tan vivos que me están
avergonzando. Más de diez veces he estado tentada de dejar la lectura y
quemarlas, pero el impulso era tan grande (no seas curiosa, me decía él
siempre) que he seguido leyendo sin saltar una sola linea. En un sobre que
aparecía doblado entre las últimas cartas, una sola frase me golpeó el corazón:
Cartas a la Esperanza y me desveló por fin el nombre de aquel amor primero al
que mi padre requebraba a su manera con un estilo llano y directo; el nombre
que tantos años había estado buscando y que ahora me hacía estremecer al
descubrir de aquella manera casi vergonzante un secreto tan fielmente guardado.
No he encontrado ni una
sola carta a Teresa, mi madre, que pudiera justificar aquella infidelidad o que
tranquilizara al menos en mi conciencia todo el odio que estaba sintiendo.
Aquellas frases de preciosa mía o me acuerdo de tí cada noche o estoy soñando
con el momento de volver a verte golpeaban mi cerebro reforzando mis miedos y
asegurando para siempre una sospecha que nunca había querido creer del todo.
Ahora podía entender aquel no seas
curiosa que tantas veces oí de sus labios. Me resistía a dejar la lectura y
entre carta y carta me preguntaba cómo hubiera sido la vida de mi padre con Esperanza; y mientras buceaba
con miedo entre aquellos datos inesperados, pensaba en la otra familia posible,
en otros sentimientos quizá más sinceros, en la imposibilidad de mi existencia
que me hubiera evitado al menos tanta incertidumbre. Y me acordaba de nuevo de
toda la vida de mi padre, tan monótona, tan poca explícita; y del
acostumbramiento de mamá que jamás oyó un Teresa te quiero con el que agradecerle
tanto sacrificio en silencio. Yo no podría vivir así al lado de un hombre
porque siempre había pensado que la vida tenía que tener parcelas sorprendentes
que justificaran la monotonía. O que la disimularan al menos. Por todo eso yo
nunca podría perdonar a mi padre aquella traición, aquel amor que según me
demostraban las cartas, había sido mucho más apasionado que la vida con mi
madre.
Volví a hojear las cartas
y de nuevo leí ...cuando acabe esta pesadilla, voy a olvidarme de todos para
concentrarme solo en tí... y mientras las lágrimas se asomaban a mis ojos,
pensé otra vez en que fue lo que pasó para que aquella aventura se terminara.
Por qué olvidó el amor de Esperanza para casarse con mi madre sin amor. No seas
curiosa oí una vez más entre risas sin darme cuenta que se había abierto la
puerta de mi habitación.
Aunque intenté esconder
precipitadamente el paquete de cartas bajo unos libros, el propio sofoco de mi
cara me estaba delatando.
-¿Qué es eso? - preguntó
mamá sin poder remediarlo.
-Nada, unos apuntes de la
facultad -intenté disimular.
Pero aún se podían ver
bajo los libros. El color amarillo de aquellos papeles parecían gritar desde el
pasado un millón de acusaciones tardías y sin sentido ya.
-Pero ¿qué estas
diciendo?-insistió mamá- ¿de donde has sacado eso?
Creí morir. Quería
vengarme y enseñárselas, pero enseguida me dí cuenta que no era el culpable
quien iba a sufrir, sino ella a la que no le iba a quedar más consuelo que insultar
su recuerdo. Ni siquiera el hecho de haber conseguido demostrar mis sospechas
me hacía sentirme bien. Al contrario, ójala nunca hubiera encontrado aquellas
malditas carta; ójala nunca hubiera dado motivos para oirme no seas curiosa.
Pero era tarde porque a pesar de la mentira inicial, y de mi intento de ocultar
las pruebas, y del forcejeo con mamá casi entre risas, a ver qué tienes ahí, no
nada déjame, venga no seas tonta... Cuando cogió el paquete entre sus manos,
creí morir. No, no fue así exactamente; quise morir ahogada por el
remordimiento. Su incrédula mirada primero y su voz metálica, me volvieron de
nuevo a la realidad.
-¡Mis cartas! ¿dónde
estaban? ¿cómo las has encontrado?.
-Perdona mamá -balbuceé-
no son tus cartas...
Pero ella salió de la
habitación dejándome tan preocupada que no pude articular palabra. No había la
menor duda de que aquel descubrimiento inesperado la había afectado
profundamente.
5 de Mayo
Conforme pasan los días,
he estado observando a mamá con toda atención porque estoy segura de que va a
derrumbarse en cualquier momento de lucidez. En cuanto su subconsciente sea
capaz de aceptar la realidad, tendrá que enfrentarse a la noticia y no podrá asumirla. Yo no
quiero ni me atrevo a hablar con ella de las dichosas cartas, porque tengo
miedo a una reacción incontrolada. Y menos aún, tampoco tengo derecho a
profundizar en una herida que mi imprudencia ha desencadenado. No seas curiosa,
y me acuerdo de mi padre que nos ha dejado sin tiempo siquiera para pagar sus
culpas. Ella sin embargo no aparenta estar afectada. No ha mencionado las
cartas ni creo que lo haga. Casi nunca me ha hablado de sus sentimientos por
miedo quizá a tener que explicarme su profundo fracaso. Aquellos silencios de
siempre tenían que ser una forma de defenderse de tanta frustración. Pobre
mamá...
12 de mayo
Hoy, aprovechando que mamá
ha estado de viaje para ver a tía Carlota, no he podido resistirme y he
registrado su cuarto. Mientras hurgaba entre los cajones del tocador oía el no
seas curiosa de mi padre y cuando he encontrado el diario de mamá no he podido
resistir copiar textualmente las lineas que escribió aquel día: 1 de Marzo. Día
aciago de verdad. He encontrado mis viejas cartas: mejor dicho las ha encontrado
Elena que es enfermizamente curiosa. He revivido mis viejos sentimientos que
tantos disgustos me costaron cuando nadie entendió nuestro amor, y se me han
vuelto a llenar los ojos de emoción. Esperanza y Teresa, dos mujeres que no
fuimos lo suficientemente valientes para luchar por nuestros sentimientos. En
la soledad de mi habitación he recordado una vez más tus caricias y tus besos,
mi amor. Ni mi marido ni mis hijos me han permitido olvidarte. No eras muy
guapa querida Espe, pero eras una amante maravillosa. Te querré siempre.
No he podido menos que
llorar durante toda la tarde. A veces
somos tan estúpidos que me tiemblo al pensar que nunca hubiera sabido la verdad
si no hubiera sido tan curiosa.
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