Ir al contenido principal

2020 Premio Castellano: POEMARIO LAS GALLINAS

 

POEMARIO LAS GALLINAS

Autora: Alma López Patiño

Y hacían conmigo como las perras

que tienen crías y no quieren criar

un gato aunque se lo pongan

debajo de la barriga por sorpresa.

 

                                                                                                                                                         MERCÉ RODOREDA

 

 El año pasado los Reyes Magos nos trajeron un palomitero, que era algo que había pedido mi hermano y no yo; pero igualmente fue un regalo para los dos porque, supongo, era un regalo muy grande. Yo no me quejé. El palomitero estaba pintado de color rojo y tenía dos patas y dos ruedas que en realidad hacían la función de patas también, ya que rodar no rodaban. Hicimos una cantidad brutal de palomitas durante varios días. Mi hermano invitó a casa a todos sus amigos y a algunas chicas y la gente venía solo para comer palomitas, que es algo que, visto con cierta distancia, no tiene demasiado sentido ya que las palomitas son siempre el acompañamiento de otra cosa. Cine y palomitas, parque y palomitas, feria y palomitas. Nunca solo palomitas.

Son las seis y cuarto de la mañana de un seis de enero especialmente nublado y yo estoy metida en la cama. Me desperté hace ya más de media hora pero tengo la absurda sensación de que si me levanto tan temprano y los regalos no están en el salón, no estarán tampoco más tarde. Así que he decidido dormir al menos una hora más.

Los primeros en cansarnos del palomitero fuimos mi hermano y yo, pero fingimos durante un par de días más porque la gente parecía querernos mucho y llegar a casa con una ilusión desmedida a la que yo, al menos, no estaba acostumbrada. Después se cansó mi madre, que pasaba más tiempo del habitual con nosotros por el hecho de que mi padre, por Navidad, se había regalado a sí mismo una avioneta de una sola plaza que la excluía de sus próximas semanas de vida. Por último, del palomitero se cansaron todos los demás, lo que nos permitió dejar de fingir. 

Dejar de fingir no fue tan fácil como esperaba; a veces se me escapaba una sonrisa excesiva o se me abrían mucho los ojos sin venir a cuento.

Son las seis y media de la mañana y este año no he pedido nada por Reyes. Si hubiese pedido algo habría sido un mapa y un péndulo.

Mi padre se compró una avioneta de una sola plaza que se llamaba Clau I. El nombre no se lo puso él, sino que venía pintado con letras azules en uno de los lados. La avioneta se la trajeron en dos partes: por un lado la avioneta en sí y por otro el motor. Mi padre siempre compra ese tipo de cosas que una nunca sabe en qué tiendas pueden vender, como un Super Flipper Frand Prix de los años 70 sin las bolas plateadas o un sidecar doble con llamas y sin ruedas; pero una avioneta sin motor era ir demasiado lejos. Recuerdo que cuando mi madre la vio, dirigió la mirada a mi padre y estuvo negando con la cabeza durante tanto tiempo que yo me fui a por un yogurt de coco a la cocina y, cuando volví al patio, aún seguía negando. De verdad que fue así.

En el momento en el que Pandal se instaló en la casa de al lado ya no teníamos la avioneta, por eso cree que le miento cuando le prometo que existió una Clau I y que llegó sin motor. Me llama mentirosa y después me pega flojito con la palma de la mano en la frente, riéndose. Pandal tampoco conoció a mi hermano, pero de su existencia no tiene duda. No puedes creerte una cosa y la otra no, van de la mano, le digo. La historia va de la mano.

Lo bueno: este año me traerán un regalo solo para mí. Un regalo única y exclusivamente pensado a mi medida (no sé si se puede pensar a medida). Me imagino envuelta en una armadura de papel rodeada con un lazo mientras le digo a mi madre: Lo siento, mamá, no ha sido mi intención que esto tenga que dolerte tanto.

Cuando mi madre tenía cinco años, le pidió un bebé de verdad a los Reyes Magos.

Pandal es mi amigo, mi vecino y, muy probablemente, mi novio. El día que nos conocimos cayó un relámpago justo a su lado y esto es algo que solo soy capaz de creerme porque me encontraba mirándolo cuando ocurrió. Salí de mi casa a tirar la basura y él estaba dándole patadas a un balón contra la pared. Lo observé de reojo durante unos segundos y, justo entonces, cayó el relámpago. Pandal giró la cabeza bruscamente y lo que encontró fue mi figura. , dijo señalándome de manera acusatoria.

Yo no tuve nada que ver con el relámpago y esto, opino, es algo innegable.

Mi padre se encerró en el terreno que tenemos detrás de casa durante el tiempo que estuvo arreglando a Clau I. Yo salía de vez en cuando para llevarle un bol de palomitas y tenía que quitarme de encima a las gallinas. Tenemos siete gallinas en nuestro terreno porque un día mi padre leyó en una revista que las gallinas son el descendiente vivo más cercano del Tyranosauro Rex. A las gallinas no les faltaba nada cuando nos las trajeron, por lo que se podría decir que, a día de hoy, es lo único completo que mi padre ha comprado. Te traigo palomitas, papá. Y yo sostenía el bol mientras mi padre se las comía, sin parar de arreglar la avioneta y sin mirarme. ¿Sabes que hay más gallinas en el mundo que seres humanos? Nada, ni contestarme con un sí o un no.

Son las siete menos cuarto de la mañana y no sé dónde está mi hermano.

Este año la única persona que me ha preguntado qué quería por Reyes ha sido Pandal. Pandal tiene una mancha oscura justo debajo del labio que no es ni un lunar ni una marca de nacimiento, lo que le convierte en un adolescente de trece años con perilla. Cuando me preguntó qué quería que me regalara por Navidad, contesté que un bebé, un bebé de verdad. Cambió de tema rápidamente y no hemos vuelto a hablar de ello.

Son las siete menos diez de la mañana y fuera hay tanta niebla que desde mi ventana no alcanzo a ver la casa de enfrente. Siempre que el día está nublado me acuerdo de aquel portero del Charlton que se quedó completamente solo durante más de media hora en el campo de juego cuando cancelaron un partido a causa de la niebla. Él, estando en su portería, no tenía manera de saberlo.

Desde que se fue mi hermano, así es más o menos como me siento yo.

A veces pienso lo que habría ocurrido si el relámpago que cayó al lado de Pandal hubiese caído encima de él. Me vienen a la cabeza dos ideas; uno, lo habría partido en dos, como ocurre con los árboles, dos, ahora sería blanco, como en esa película en la que el Sean Patrick Flanery tiene poderes. No sé si Pandal y yo seríamos novios si él fuese completamente blanco. Tampoco sé si habríamos perdido la virginidad juntos, aunque no haya sido como perder nada, y, por no saber, no sé por qué a Pandal le llaman por ese nombre que, evidentemente, no es un nombre.

Después del relámpago y de señalarme de manera acusatoria mientras decía tú, Pandal caminó directo hacia mí. Ahora ha llegado el momento de destruir el mundo, dijo. O me ayudas o te mato a ti primero.

Cuando mi padre terminó de arreglar a Clau I no se atrevió a probar realmente si lo había hecho bien. Claro, es que si es que no, me mato. Mi madre propuso que plantaran un árbol dentro, en el hueco del asiento. Sería muy bonito, ¿no? Un árbol saliendo de una avioneta. Después soltó una risilla nerviosa.

La penúltima imagen que tengo de mi hermano es la de él delante de mí en la escalera mecánica con todo aquel ruido, humo gris  y los palíndromos, que era su obsesión del día. Yo de todo te doy. Sé verla al revés. Ligar es ser ágil. Al mirar hacia abajo, vi una paloma subida en las mismas escaleras mecánicas y me hizo gracia que actuase como una persona, pero no lo compartí con mi hermano porque, en ese mismo momento, se volvió hacia mí y me preguntó molesto: ¿Por qué siempre vas medio encorvada? También recuerdo que tenía mucho calor, aunque aún no había llegado el verano.

Fue en verano cuando manché por primera vez los dedos de Pandal de color rojo.

El palomitero lo sacamos al terreno de detrás de casa entre mi madre, mi hermano y yo. Las gallinas observaron con resignación las palomitas que había dentro, tras el cristal. Lo dejamos a la izquierda de una maqueta gigante de una de las tres carabelas de Colón (no sé si la Pinta o la Niña) a la que le faltaban las velas y a la derecha de un Scalextric sin coches. Una de las patas del palomitero cayó justo encima de un ala de pájaro que un gato había arrancado para jugar con ella. Observé cómo el ala de pájaro se deslizaba suavemente hasta quedar fuera del alcance de la pata y, sobre aquel momento mágico, preferí no hacerme ninguna pregunta.

Son las siete de la mañana y no puedo morir todavía. La textura del exterior me recuerda a sábanas recién lavadas.

Clau I debe su nombre a la chica que había sido el gran amor del anterior dueño de la avioneta. Al parecer, en su vida sentimental hubo más de una Claudia, por eso Clau I. Mi padre me contó que la chica en cuestión iba siempre en bata y que la boca le sabía a miel. Se fue con un marinero, me dijo, que resultó ser algo estúpido. Pero eso una no puede saberlo desde el primer momento. Clau cayó un día al agua, de noche, debido a su sonambulismo. No es una buena idea que una sonámbula viva en un barco. Cuando la noticia de que la chica estaba perdida en el mar llegó a oídos del anterior dueño de Clau I, él decidió comprar la avioneta y salir a buscarla. 

Me pregunto si mi hermano sobrevuela ahora el mar Cantábrico buscando a Clau.

La última vez que vi a mi hermano ni siquiera lo vi, porque era solo un puntito en el aire. Mi madre lloraba de puro miedo y mi padre sonreía satisfecho. Estaba completamente seguro de que funcionaría. Contemplamos cómo mi hermano se alejaba cada vez más. Cuando la avioneta quedó fuera del alcance de nuestra vista, los tres permanecimos en silencio durante unos minutos, mirando el cielo.

Son las siete y diez de la mañana y yo no he conseguido dormirme, así que me levanto. En el salón, donde siempre han dejado los Reyes sus regalos, no hay nada. Me bebo dos vasos de agua seguidos, que es algo que hago cada mañana, y me asomo al dormitorio de mis padres porque la puerta está entornada. Duermen. Busco un poco, por debajo del sofá o entre los cojines, por si los regalos son pequeños y están escondidos, pero no encuentro nada. Vuelvo a mi habitación y arranco tres hojas de una revista que utilizo para envolver un collar que me regalaron cuando tomé la comunión, unos calcetines con dibujos de aguacates y un llavero de la Torre Eiffel que me trajo mi tía de París. Vuelvo al salón y dejo los tres paquetitos en el sofá después de escribir con rotulador negro nuestros nombres sobre ellos. Me aseguro de que mis padres siguen durmiendo. Pongo leche a calentar en un cazo y cojo de la alacena el chocolate en polvo Amalia. Una vez que lo echas en la leche, no hay que dejar de darle vueltas hasta que espese, como con la bechamel. Cuando ya está listo, saco el roscón y lo pongo en un plato bonito, que es lo que cada año hace mi padre. Me siento a esperar y pienso que, quizá, debería envolver un cuarto regalo por si mi hermano aparece y, justo cuando estoy pensando esto, alguien llama a la puerta, que no al timbre (alguien da unos golpes suaves con los nudillos sobre la madera, quiero decir).

Mi madre escribió un conjunto de poesías hace unas semanas. Se llamaba Las gallinas y recuerdo que uno de los poemas trataba sobre un acuario que no contenía ningún pez y en el que luego, al final del todo, se metían las siete gallinas. Mi madre describía el sonido que hacían las gallinas estando bajo el agua (en el poema no morían ahogadas) y a mí, al imaginar ese sonido, me entró tal angustia que no quise seguir leyendo más.

El anterior dueño de Clau I no encontró nunca a Clau. Durante dos meses fui todos los días a buscarla, le contó a mi padre. Después empecé a salir tres o cuatro días a la semana y, más tarde, quizá uno; normalmente los domingos, que era cuando más me acordaba de ella porque solía engalanarse dejando su bata en casa para ir a la iglesia. Cogía la avioneta y volaba muy bajito, muy bajito, casi al ras del mar. Me daba miedo encontrármela muerta, así que decidí dejar de buscarla. Pero a veces estaba yo en casa viendo la televisión y pensando un poco en la nada y me levantaba y comenzaba a caminar, por inercia, hacia la nave donde guardaba la avioneta. Era como si yo también fuese sonámbulo, ¿sabes? Por eso no me quedó más remedio que sacarle el motor.

Cuando empezamos a buscar a mi hermano, mi padre dijo: Claro, si tuviese la avioneta podría salir a buscarlo con ella. Mi madre le pegó una bofetada.

El primer regalo de reyes que recuerdo es el que me trajeron cuando tenía cinco años: una pecera de cristal sin nada dentro. Miré a mis padres, intentando comprender. Los peces se han muerto, lo siento, cariño, dijo mi madre. Pregunté qué era la muerte unos quince minutos después, mientras mojaba el roscón en el chocolate.

Son las ocho menos veinte y, al abrir la puerta, encuentro a Pandal con un bebé en los brazos. Un bebé de verdad. Y es aquí en realidad donde empieza la historia.

 

 

 

 

 

 

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Asamblea de Mujeres de Estella-Lizarra (Navarra) convoca el XXIX Certamen de Narrativa Premio “María de Maeztu” con arreglo a las siguientes bases.

  La Asamblea de Mujeres de Estella-Lizarra (Navarra) convoca el XXIX Certamen de Narrativa Premio “María de Maeztu” con arreglo a las siguientes: BASES  1. Podrán concurrir todas las mujeres mayores de dieciséis años de cualquier nacionalidad o residencia. 2. Este premio tiene dos modalidades, en lengua castellana y en lengua vasca.  3. El trabajo presentado deberá reunir las siguientes condiciones: a) Estar escrito en lengua vasca o en lengua castellana. b) Ser original e inédito. c) No haber sido premiado en ningún otro certamen. Ni estar presentado con igual o distinto título a otro premio literario pendiente de resolución. 4. El trabajo tendrá una extensión máxima de diez folios, mecanografiado a doble espacio y por una sola cara. Iguales condiciones rigen para los trabajos confeccionados a ordenador, debiendo adoptarse el tipo 12, modelo Times New Roman para el tamaño de letra.  5. El tema será libre, a ser posible lo más variado.  6. Cada autora podrá con...

CONVOCADO EL CERTAMEN LITERARIO XXVIII PREMIO MARÍA DE MAEZTU.

CERTAMEN LINTERIARO: XXVIII PREMIO “MARÍA DE MAEZTU”  El plazo de admisión de las obras finalizará el día 19 de julio de 2024. La Asamblea de Mujeres de Estella-Lizarra (Navarra) convoca el XXVIII Certamen de Narrativa Premio “María de Maeztu” con arreglo a las siguientes: BASES  1. Podrán concurrir todas las mujeres mayores de dieciséis años de cualquier nacionalidad o residencia. 2. Este premio tiene dos modalidades, en lengua castellana y en lengua vasca.  3. El trabajo presentado deberá reunir las siguientes condiciones: a) Estar escrito en lengua vasca o en lengua castellana. b) Ser original e inédito. c) No haber sido premiado en ningún otro certamen. Ni estar presentado con igual o distinto título a otro premio literario pendiente de resolución. 4. El trabajo tendrá una extensión máxima de diez folios, mecanografiado a doble espacio y por una sola cara. Iguales condiciones rigen para los trabajos confeccionados a ordenador, debiendo adoptarse el tipo 12, model...

XXVII PREMIO “MARÍA DE MAEZTU” La Asamblea de Mujeres de Estella-Lizarra (Navarra) convoca el XXVII Certamen de Narrativa Premio María de Maeztu

  XXVII PREMIO “MARÍA DE MAEZTU” La Asamblea de Mujeres de Estella-Lizarra (Navarra) convoca el XXVII Certamen de Narrativa Premio “María de Maeztu”  El premio está dotado con 1.200€ para la modalidad en castellano y 1.200€ para la modalidad en euskera BASES  1. Podrán concurrir todas las mujeres mayores de dieciséis años de cualquier nacionalidad o residencia.  2. Este premio tiene dos modalidades, en lengua castellana y en lengua vasca.  3. El trabajo presentado deberá reunir las siguientes condiciones: a) Estar escrito en lengua vasca o en lengua castellana. b) Ser original e inédito. c) No haber sido premiado en ningún otro certamen. Ni estar presentado con igual o distinto título a otro premio literario pendiente de resolución.  4. El trabajo tendrá una extensión máxima de diez folios, mecanografiado a doble espacio y por una sola cara. Iguales condiciones rigen para los trabajos confeccionados a ordenador, debiendo adoptarse el tipo 12, modelo Ti...